¡Soy pintor: nada más...! (Cast.)
¡Soy pintor: nada más! Siempre he pintado. No me considero un artista (no me interesa). De la pintura tengo una necesidad física y mental, los intelectuales dicen que la pintura está muerta.
O sea que yo también (¡Sic!).
¡Criminales!
Cuando digo: yo pinto, me miran como un hallazgo arqueológico.
En los últimos 70 años han nacido otros lenguajes: ¡estupendo! ¿Pero por qué negar la Pintura?
Por ejemplo el cine, que contiene tantos lenguajes, nunca la ha negado, es más, se inspira en ella.
A estas nuevas lenguas les falta la tradición artesanal, no se puede hablar de método, de técnica, y así pues los críticos cuando hablan de las obras no escriben ya sobre los medios expresivos, ¡sino sólo sobre el concepto!
Los intelectuales puros han decidido que todos podemos hacer arte, que todos tenemos algo que decir y que en consecuencia somos todos artistas, de ahí que las complicaciones técnicas de la pintura, escultura, etc. no sirvan para nada. Serían sólo un obstáculo para expresar el concepto.
¿Y si en música se eliminara la técnica?
Entonces, si todos somos artistas, ¿por qué Louise Bourgeois vende una obra suya por 10 millones de euros y un mecánico o un frutero no?
¡Louise Bourgeois: un concepto! Por ejemplo, una habitación donde en el centro hay una guillotina: estéticamente no hay ningún problema. Es simplemente una habitación sucia con una guillotina sucia.
El concepto es: la guillotina hace un corte entre su pasado en la vieja Francia y su presente en Estados Unidos.
¿Pero a quién le interesa este personalísimo concepto?
¿Ética y socialmente, qué quiere comunicar? Por no decir estéticamente. Podía incluso decir que la guillotina sirve para cortar un camembert de Normandía o cortar en lonchas un jamón de Bayonne.
¿Y por qué cada uno de estos conceptos debe ser explicado?
¿Entonces yo, Tano Pisano, qué hago? ¿Sigo pintando?
¡Claro que sigo pintando! En las narices de estos Stro…ganoff.
Diréis que estoy enfadado; claro que estoy enfadado: hace 50 años que pinto, que he tenido también otros oficios para no perderme en lo comercial, y ahora me dicen: no, querido, la pintura está acabada (Has been).
Pero yo voy siempre más hacia atrás para sentirme más moderno. La voluntad de reconstruirme un lenguaje pictórico destruido por la clase intelectual. Es necesario aprender de nuevo el alfabeto pictórico para reutilizar esta lengua maravillosa, volver a la sencillez.
La sencillez no provoca escándalo, ni moda.
Como mediterráneo la sencillez me obliga al volumen, a la densidad.
Pienso en Roberto Longhi: “…cada vez que el arte sufre una saturación histórica, la densidad se le añade combinándose o imponiéndose a la búsqueda del movimiento, para decirlo con claridad, es lo que representan los Griegos frente a los Egipcios, el Gótico frente al Románico, la arquitectura barroca frente a la del Renacimiento… al círculo sucede la elipse”.
Yo formo parte del círculo.
Como italiano sigo la escuela que va de Duccio a Masaccio y a Sironi, de Morandi a Burri.
Para las modas contemporáneas la referencia a la tradición está considerada academia (opinión muy romántica y muy académica).
La pintura es tradición y memoria.
Defender la pintura para el pintor es su dignidad de artesano.
La protección de una cultura nacional negada por un internacionalismo de vanguardias que pretenden representar ellas solas nuestra época.
No soy un lamentable nacionalista, pero culturalmente sí.
Sebastiano del Piombo y Antonello da Messina o Boccioni y Burri podían ser sólo italianos. Por otro lado, como Dürer y Grünewald sólo podían ser alemanes.
El problema es que hoy se consagra sólo el ruido y las ganas de epatar.
¿Epatar a quién? ¿A los nuevos ricos?
¿Epatar con órganos sexuales y sangre por todas partes?
Los nuevos ricos y la clase acomodada no necesitan esto. Podrían acercarse sin miedo a la verdad, a la sencillez, a la poesía.
Los intelectuales que defienden esta forma de arte que lleva a la aridez del “cretinismo patológico” explicándolo a través de “mastrurbaciones intelectuales” aún más áridas.
Parece que asistamos a un conflicto. Vanguardia contra Academia. ¿Pero qué Academia?
Esto servía, y tampoco demasiado, en los tiempos de Manet, cuando se decía que Ingres era Academia.
“No hay un pintor más moderno que Ingres” (Picasso).
El conformismo de vanguardia empuja a pintar cuadros enormes con colores que gotean hacia abajo y caligrafías de buen gusto o que provocan disgusto.
Pintura da caballete monumentalizada.
Se ha intentado intelectualizar la pintura hasta destruirla.
Y después están las instalaciones que como decía Gombrich: “Tienen el espíritu de bromas de estudiantes” y piden una participación de público disneylandiano.
Técnicamente el instalador es un bricoleur.
Las musiquitas de vanguardia, siempre iguales en las performances, los videos, los documentales televisivos de arte, son como las músicas que se oyen sin que nos demos ni cuenta en los restaurantes de lujo o en las pizzerías, donde el eterno fondo de las cuatro estaciones de Vivaldi nos castiga monótonamente.
Que en las páginas cultures de los periódicos se hable sólo de Francis Ford Coppola o Michael Jackson; que no se hable de arte sino que se anuncie sólo lo que ha hecho fulano, que aquí o allí expone mengano, que el mercado propone a zutano…
Que se hable de pintores occidentales influidos por filosofías orientales, y de chinos, de movimientos impresionistas, expresionistas, etc., tiene un resultado dudoso.
La cultura americana que sigue fascinando a todos los viejos Stro…ganoff del 68 que se consideraban maoístas y leían a Charlie Brown. La poesía que ya no interesa a nadie, etc.
Las ganas y el placer de dibujar una manzana. ¡Este es el resultado!
Tano Pisano